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Pueblo Liebig (ex-Fabrica Colon), su nombre lo tomo de la fabrica Liebig, que funcionaba en dicho lugar. Se encuentra en el Departamento Colon, Provincia de Entre Rios.

LIEBIG, UNA HISTORIA CONSERVADA

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LIEBIG, UNA HISTORIA CONSERVADA

A 10 kilómetros de Colón, Entre Ríos, se ubica Liebig, famosa por su carne en conserva que alimentó a las tropas durante la Primera y Segunda Guerra Mundial.

Créditos: Dirección de Turismo de Colón.

Las ciudades de nuestro país guardan historias increíbles y redescubrirlas las vuelve aún más mágicas. El caso de Liebig es una de ellas. Hablamos de la que fuera la segunda productora de carne en conserva del mundo.

Ubicado a 6 kilómetros al este de la turística Ruta 14 y 10 kilómetros al norte de la balnearia ciudad de Colón, a Pueblo Liebig se puede llegar cómodamente y en pocos minutos, por una ruta recientemente pavimentada. Es una ciudad con no más de 800 habitantes que supo ser una ciudad de donde salían barcos cargados de carne en conserva hacia la Europa de la Segunda Guerra Mundial. Hoy, se reinventa para recibir al turismo y contarles su rica historia.

Dándole identidad como sitio turístico histórico, en el corazón del pueblo se erige como escultura evocativa, una lata gigante de carne en conserva con la inscripción en inglés corned beef, semejante a la famosa lata de tomates Campbell’s que pintara Andy Warhol.

Recientemente fue declarada por la Presidencia de la Nación como Bien de Interés Industrial Nacional a la planta urbana de Pueblo Liebig, la fábrica, las viviendas, plazas, corralones, capilla, escuela, centro cívico, bomba de agua y muelles. Es la Comisión Nacional de Monumentos, de Lugares y de Bienes Históricos, quien cuenta con 180 días para gestionar con autoridades locales y provinciales, la elaboración de una normativa que regule “modificaciones edilicias, altura máxima de las edificaciones, tratamiento de fachadas y de los espacios libres, subdivisiones parcelarias y ocupación del suelo del sitio declarado”.

Créditos: Dirección de Turismo de Colón.

Una historia bien conservada

La Fábrica Colón, de la Liebig’s Extract of Meat Co. surgió como un saladero que construyó el empresario Apolinario Benítez en la segunda mitad del siglo XIX. Este emprendimiento sufrió un gran cambio con la llegada de la empresa inglesa, montada sobre la invención del químico alemán Justus Von Liebig, pionero en el proceso de la conservación de la carne a través de los saladeros. El paso del tiempo lo fue convirtiendo en fábrica de conservas y en frigorífico. Hoy es un importante atractivo turístico de la microrregión Tierra de Palmares.

Cuenta la historia que en 1863, en los tiempos en que se fundaba la ciudad de Colón, abrió sus puertas un saladero propiedad de Apolinario Benítez. Con el tiempo, el establecimiento fue cambiando de dueños y a su alrededor surgió un pequeño poblado. La gran transformación llegó en 1903, cuando todo el lugar fue adquirido por la compañía Liebig. Esta empresa de capitales ingleses había surgido de un emprendimiento similar en Fray Bentos, en la vecina República Oriental del Uruguay. Los nuevos dueños construyeron una gigantesca fábrica y todo un pueblo con viviendas para su personal.

Créditos: Dirección de Turismo de Colón.

Con la ‘Fábrica Colón’ se alzó un poblado que, separado por una avenida (“La Manga”) por la que entraban y salían los animales a la fábrica, llegó a alojar a unas 3500 personas. A un lado de este camino, los trabajadores y sus familias vivían en un caserío humilde y populoso, “El Pueblito”, que incluía una vivienda comunitaria conocida como “La Soltería” para los trabajadores sin familia. Del otro de “La Manga”, el personal jerárquico residía en casas con mejores condiciones del sector conocido como “Los Chalets”.

La fábrica llegó a tener una usina eléctrica, una planta purificadora de agua, sistema de cloacas y su red domiciliaria que benefició a toda la comunidad. Incluso, modernas tomas de agua para los bomberos, aquellas típicas inglesas que se ven en los films o fotografías londinenses. Todo muy de avanzada para la época.

Propio de la idiosincrasia de una compañía inglesa, al poblado se le sumaron espacios deportivos: el campo de golf, el Lawn tennis y el Club Liebig para la práctica del fútbol, en cuyas instalaciones también se proyectaban películas y se conmemoraban las fechas patrias. Se construyó este club de fútbol en 1904. Es el más antiguo de Entre Ríos y uno de los de más larga historia en el país. También se puso en marcha una biblioteca que, actualmente, cuenta con el privilegio de conservar la colección de la mítica revista Caras y Caretas desde su número cero. El paso del tiempo y el crecimiento de la fábrica fueron aquerenciando a los trabajadores y sus familias.

Créditos: Dirección de Turismo de Colón.

Cuentan que para el año 1950, el por entonces director de la “Liebig’s Extract of Meat Co.” salvó su vida milagrosamente y a partir de ese hecho, dejó el protestantismo y se volvió católico. Se dice que aquél episodio determinó que su esposa, una condesa británica, dispusiera la construcción de la capilla del Sagrado Corazón de Jesús, que perdura hasta hoy como uno de los edificios históricos.

En lo que se recuerda como una de las anécdotas más curiosas, en agosto de 1925, el excéntrico Príncipe de Gales, Eduardo de Windsor, heredero de la Corona de Inglaterra y futuro Eduardo VIII, llegó por Pueblo Liebig en el marco de un recorrido por sitios en los que tenía inversiones su país. Para recibirle, se llamó a todos los músicos de la empresa para montar una banda musical de calidad. Para la despedida del ilustre visitante, mujeres hicieron un cordón humano para que pasara entre ellas antes de zarpar con el barco de vapor en el que se trasladaba.

Créditos: Dirección de Turismo de Colón.

Esplendor y ocaso

En materia comercial, los tiempos de bonanza para la fábrica fueron los de las grandes guerras, cuando el mercado europeo abrió sus puertas de par en par a esta producción de exportación. Para la primera, recién iniciado el siglo XX, el pueblo contaba con una población estable de poco más de 1500 personas, más trabajadores golondrina, principalmente inmigrantes. En aquellos días, se faenaban hasta tres mil animales diarios. Durante la Segunda Guerra Mundial, barcos llegaban de ultramar directamente a Pueblo Liebig para partir hacia Italia, Noruega, e Inglaterra con la producción.

La caída de este gigante industrial se comenzó a dar a mediados de los años ’70. En esos días, la compañía Liebig decide dejar el lugar, donando parte de sus calles a la comunidad. Hasta ese momento, todo el pueblo era propiedad de la fábrica. Este acto deriva en la puesta en marcha de una Junta de Gobierno. Las instalaciones fueron finalmente vendidas a otra firma que sólo pudo hacer andar una parte del frigorífico, más no en las dimensiones en que se había conocido. Esta depresión se sintió en el pueblo, que sufrió un marcado éxodo hacia ciudades de la región e incluso hacia Buenos Aires.

Créditos: Dirección de Turismo de Colón.

Viaje al corazón de un gigante

Actualmente, la excursión a Pueblo Liebig es una de las predilectas para los visitantes que llegan a Colón. Del costado de la avenida en el que tradicionalmente habitaban los obreros y sus familias, actualmente hay un centro de interpretación y un pequeño museo. Cerca, la tradicional biblioteca y una escuela. Del otro lado, próximo a los chalets del personal jerárquico, está el Club de Pescadores, institución señera de la comunidad. También hay una visitada gruta de Santa Rita, figura que genera una importante devoción en la región. Junto a los restos de la fábrica, sobre la costa, hay también un muelle de pasajeros y un parador.

Aromas entrerrianos se mezclan en el aire de Puerto Liebig: entre los frutos de las palmeras yatay y el río Uruguay, fluyen las brisas que perfuman el entorno con la exquisita cocina litoraleña a base de pescado fresco, que se amalgama con la repostería galesa, tradición incorporada a partir de las recetas que llegaron acompañando a la fábrica.

Esta excursión al pasado es recomendada hacerla con el acompañamiento de un guía especializado que puede contratarse en Colón, y así no perderse nada de este testimonio viviente de Puerto Liebig.

Para mayor información:

Dirección Municipal de Turismo

+54 3447 423000 / 421233

info@colonturimo.tur.ar

www.colonturismo.tur.ar

Créditos: Dirección de Turismo de Colón.

Liebig, la fábrica que mutó en pueblo rural

A 12 km de Colón, un paseo por esta pintoresca localidad de Entre Ríos revela la historia de una planta que producía carne envasada para exportar a Europa.

Vista de Eric Evans, una de las calles principales de Liebig, Entre Ríos.

Las gruesas copas de los paraísos, plantados en hileras a ambos lados de la calle Eric Evans, atajan el viento que llega desde el este y acaba de trasponer la gruesa franja del río Uruguay. Las ramas crujen y una bandada de jilgueros sale disparada estirando las notas más estridentes de su trino. La primavera acaba de poner pie en Liebig con dosis parejas de sol y aire fresco. Todo florece en los jardines de este rincón de Entre Ríos y una paleta de colores intensos deja pinceladas sobre el verde omnipresente.

Hostería Casa Vieja, en Liebig, Entre Ríos.

Hostería Casa Vieja, en Liebig, Entre Ríos.

La naturaleza avanza a paso acelerado sobre las construcciones del antiguo pueblo-factoría y el aire perfumado por la vegetación incorpora el aroma a pescado fresco que llega desde la costa. Es el sereno escenario que dejó el colapso del motor más potente que sostenía la vida de los vecinos: la fábrica que producía extracto de carne y carne enlatada para abastecer a la Europa devastada por las dos grandes guerras dejó de funcionar a principios de los años 80.

En 1903, el inmenso complejo de la Fábrica Colón -la denominación original de la Liebig’s Extract of Meat & Company-, distribuido en cámaras frigoríficas, generadores de energía, depósitos, calderas, plantas de producción, una fábrica de envases de hojalata y estructuras de hierro recubiertas por techos de chapas, había ocupado el lugar de un modesto saladero, instalado a mediados del siglo XIX por el pionero Apolinario Benítez. En poco tiempo, cuando la decadencia no estaba en los cálculos del personal jerárquico ni de los empleados más pesimistas, más de 3.500 obreros cubrían el sistema rotativo de turnos diurnos y nocturnos. Era el tiempo de esplendor y progreso, un tiempo de gracia que se extendería más de medio siglo.

Una escultura, levantada en el centro del pueblo, reproduce en tamaño gigante un envase de carne enlatada.

Una escultura, levantada en el centro del pueblo, reproduce en tamaño gigante un envase de carne enlatada.

Ya desprendido de esos brillos que todavía algunos añoran, el paraje regido por las estrictas normas de la fábrica dejó de ser un lugar inaccesible para los forasteros, recién a partir de la “Toma de posesión del Pueblo Liebig”, todo un acontecimiento celebrado el 17 de mayo de 1975.

Pero aquí ya no se escuchan voces de lamento. El rescate del patrimonio histórico y arquitectónico local es ahora el mejor estímulo para que los pobladores puedan recuperar la esperanza por un futuro promisorio. Quedó un puñado de 800 habitantes, pero se incrementa día a día la cifra de turistas y nuevos pobladores que llegan en busca de la atmósfera más sosegada que pueda ofrecerles el paisaje entrerriano.

Liebig, en Entre Ríos.

Liebig, en Entre Ríos.

En un mágico trayecto desde zaguanes que nacen en las entradas abovedadas, los pasillos revestidos con baldosas conducen hasta los jardines de flores y naranjos y las huertas del fondo de las casitas de estilo inglés, donde se revelan los encuentros más animados entre los vecinos. Paradójicamente, el pulso pueblerino se aquieta puertas afuera. Se percibe incluso en la avenida 17 de Mayo, donde es más notoria la polvareda que levanta el paso de carruajes y el trote cansino de los caballos de paseo que la esporádica aparición de automóviles y gente de a pie.

Una vez que la planta industrial pasó a ser un recuerdo, el Centro Cívico (un conjunto de locales comerciales vinculados por una galería de madera y chapa) se erigió en el punto de partida de los contingentes de visitantes que son sorprendidos por las chimeneas de ladrillos de Liebig en su camino hacia el Parque Nacional El Palmar. No bien desensillan y empiezan a apuntar sus cámaras hacia la fachada de la capilla Sagrado Corazón de Jesús, son conducidos por guías especializados, que avanzan en procura de los secretos que dejan traslucir las instalaciones de la mole, abandonadas a su suerte y con el suave roce del agua amarronada del río Uruguay como única caricia.

Capilla Sagrado Corazón de Jesús, en Liebig, Entre Ríos.

Capilla Sagrado Corazón de Jesús, en Liebig, Entre Ríos.

Cerca del muelle derruído de la antigua factoría, un grupo de niños alborota un parque de juegos sobre la franja verde que enmarca las casas de El Pueblito, el sector destinado a los obreros. Del otro lado del Paseo de la Manga -el corralón delimitado por dos cercos de madera por donde era ingresado el ganado- se levanta La Hilera, el corredor de chalés del personal jerárquico.

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